sábado, 16 de enero de 2010

El transcurso del tiempo.

El transcurso del tiempo, el devenir de los acontecimientos que marcan nuestra vida y nuestra historia, el constante cambio y la fugaz permanencia de todo cuanto nos rodea…todo eso es el yo, el nosotros, el quién y el cómo de nuestras vidas.

Los recuerdos adquieren valor con el tiempo, y las acciones de antaño se vuelven imágenes borrosas en el laberinto de la memoria del tiempo.
Los proyectos son cada vez menos frecuentes, y van poco a poco careciendo de vida, como los corazones que se afanan por llevarlos a cabo.

Feliz el día amargo, que nos enseñó lo que significa estar vivo. Feliz el día alegre, porque gracias a él supimos lo que valía la vida.

Se suceden los minutos y se van los días con la misma velocidad con la que llegan las noches. Pasa el tiempo ante nuestros ojos y nos cambia la mirada, cada vez con menos vida, cada vez más rica en atardeceres. Los años pasados dan paso a los presentes, y estos a los futuros.
¡Qué nos depara la vida para más adelante es el gran misterio que se ha de resolver cada instante, cada tic-tac del reloj marcando el final de nuestro tiempo!

Nuestras horas son espinas que se clavan en el alma, o caricias dulces y besos melosos que viven para siempre en nuestra efímera memoria.

¿Qué será de nosotros mañana? ¿Quiénes seremos cuando un nuevo sol aparezca otra vez por el horizonte?
Sólo un dios omnisciente lo sabe, y guarda cautelosamente el secreto hasta mañana, mientras ayer deja una marca en la memoria, y hoy hace lo propio en la mirada.
Sólo un dios omnisciente conoce nuestro incierto futuro y desvela a los mortales, hijos de su amor, verdades envueltas en lágrimas, y mentiras envueltas en sangre…y el mundo sigue con su giro, a Dios rogando y con el mazo dando.

Nuestras vidas, caminos que se cruzan y se alejan, historia de las naciones, novelas de soledades que más de cien años duran.

Cada latido de nuestros corazones, de nuestro corazón, surca el universo y muere en nuestros labios, y se entierra en nuestra alma en forma de perla que, blanca o negra, reluce en nuestro interior como una llama incandescente y muestra a los demás que alguna vez existimos en algún rincón de un mundo frío y aislado en la mente de algún buen dios.
Y ese mundo sigue girando como giran las agujas de un reloj, inexorable final al final de un largo camino que no volverá a repetirse.

Nuestros rostros, efigies de piedra en el desierto arenoso de nuestras vidas, se desgastan poco a poco y se derrumban definitivamente cuando llegan las escasas lluvias.

Familia y amigos, más formas que contenidos, más máscaras que enmascarados, pasan también junto a nosotros, rozándonos, y girando como el mundo, bailan con nosotros extrañas coreografías que desatan la risa y el llanto.
Y en este baile veneciano, de risas cantos y llantos, los que tropiezan quedan atrás, solos, rastrojos de difuntos, alimento de los buitres y quebrantahuesos; esqueletos hechos con cenizas, que se alejan sollozando de la multitud alborotada, y se lamentan de su suerte con suspiros de niño viejo…las rapaces y carroñeros saben perfectamente lo que tienen que hacer.

Los abrazos y los besos hacen recuerdos, y estos conforman nuestro equipaje a lo largo del sendero, y cuando caiga la tarde y esté grisáceo el cielo, los abrazos y los besos nunca dados, serán las piedras que abrirán las heridas en las plantas de nuestros fatigados pies.
Los amores vividos y perdidos vuelven a nosotros sin ser llamados, como la sangre a las heridas, y llenan el espíritu de alegría par los primeros y de tristeza por los segundos.
Al mismo tiempo y sin detenerse, el mundo sigue girando en el universo, uniendo seres y separando historias y caminos.

El poder y la miseria, la alegría y la pena, la verdad y la mentira, la luz y la oscuridad…falsas realidades eternas que duran lo que dura un suspiro, y tardan lo que tarda en marcharse el tren de los deseos rotos y las esperanzas muertas.

Tal vez un día volvamos a vernos, y a cruzarse tiendan nuestros angostos caminitos.
Quizás un día nuestras miradas converjan y nuestros cuerpo, y nuestros corazones sean nuestro corazón.
Puede que nuestras temblorosas manos busquen los rincones ocultos que la vejez se ha encargado de descubrir y castigar.
¡Ojalá esto ocurra alguna vez, aunque para entonces, nuestros recuerdos sean nuestra mayor riqueza!

El transcurso del tiempo, el devenir de los acontecimientos que marcan nuestra vida y nuestra historia, el constante cambio y la fugaz permanencia de todo cuanto nos rodea…esperanzas vivas y muertas fluyendo por parajes de ensueño, a un mar de calma, paz y angustiosa soledad.

3 comentarios:

  1. Cada vez tienes mas riqueza a la hora de escribir,cada vez tus historias,tus textos,son mas profundos,y transmiten mas sentimientos...
    Por ello te doy la enhorabuena.
    Eres un gran escritor. Un beso de tu "admiradora"

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  2. Muchísimas gracias por tus palabras, Estefanía.

    Este es un honor que no esperaba. De verdad, es par mí un orgullo contar con amigos y lectores como tú.

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  3. Si te seguimos el rastro, será que algo merecedor irás dejando en él.
    (boinboing xD)

    Ese vastedad precaria y sordamente abrumadora que evocas creo que yo también la he percibido, en no sé qué compartimento del pecho, alguna vez. A lo mejor tú no hablabas de vastedad, ni precariedad, y menos de algo sordamente abrumador, pero es lo que me ha dicho a mí el texto (y por ende, algo de ello habría en él!)

    Enhorabuena! seguiré pasándome a leer tus entradas jeje.

    Besazos!

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