sábado, 19 de diciembre de 2009

El barco de los sueños.

Tras soltar amarras, el barco va alejándose poco a poco del puerto. Avanza despacito hacia la bocana, hacia un mar abierto y en calma que guarda miles de secretos, millones de historias…tantas como corazones lo han cruzado o se han hundido en el intento.

Las leyendas de viejos lobos de mar y de cientos de pescadores con el amanecer en la mirada, se confunden con la realidad de los que se adentran en el azul del océano, bajo la bóveda celeste del cielo, en busca de una vida mejor.

En tierra, sobre los espigones y a lo largo del paseo que recorre la playa, se agolpan los pañuelos y las lágrimas, que brotan de nuevo cada vez que el casco del barco hiende el agua. Los recuerdos de un tiempo mejor se hacen más vívidos a medida que las olas lamen el acero del buque y el espíritu de quienes se lanzan a lo desconocido.

Cuando no eras más que un infante, tú mismo acudías al puerto a ver zarpar aquellos gigantes metálicos, y soñabas con las miles de aventuras que les aguardarían allende los mares.
Tal vez se toparían con sanguinarios piratas, o viajarían por los mares del sur, y verían las ballenas de las que tanto oíste hablar a los viejos marineros que de vez en cuando descendían al puerto al arribar a él sus imponentes navíos. Tal vez recorrerían las costas atlánticas hasta llegar a los hielos perpetuos del norte, o conocerían sirenas cuando atravesaran las costas de Grecia y Turquía, donde habitaban también las oscuras parcas. Tal vez llegarían a tierras mágicas y de ensueño, donde el tiempo se detiene y los unicornios y los centauros compiten en magníficas carreras llenas de euforia y color, o tal vez accederían a los secretos mejor guardados del universo, y sus barcos se elevarían hasta la Luna o alcanzarían los confines del mundo, donde habitaban monstruos como nadie había conocido antes…tal vez tocarían las columnas en las que se sostienen los cielos.

Ahora, tú mismo conoces la sensación que embargaba tantos corazones. Sabes que no hay piratas ni sirenas, oscuras parcas ni tierras de ensueño donde unicornios y centauros compiten en magníficas carreras llenas de euforia y color; ni el barco se elevará hasta la Luna, ni alcanzarás los confines del mundo…

Ahora miras el puerto desde el barco. Los niños te sonríen pensando en las maravillosas aventuras que vas a vivir, las mujeres y maridos de quienes se apelotonan sobre la cubierta, contra la baranda, ríen y lloran a partes iguales porque saben que muchos no volverán o no serán los mismos cuando lo hagan; pero no quedaba más remedio que subir al barco que ahora corta las olas como el cuchillo la mantequilla…y los pañuelos al viento se confunden con las gaviotas, y éstas con las almas, cargadas de sentimientos y emociones, de quienes ven cómo el puerto se aleja cada vez más y a buen ritmo.
Ojalá vuelvan a encontrarse todos algún día, piensas, mientras recorres por última vez las miles de caras que se despiden del barco…

Abajo, en los camarotes esperan los fríos y duros camastros que harán las veces de hogares en la ciudad flotante, la que avanza con decisión contra las olas, contra la brisa marina cargada de salitre. En las bodegas, las ratas se disputarán el pan con las cientos de bocas hambrientas que hoy se echan al mar…que hoy se adentran en lo desconocido.

El billete a América, lo llaman, y se yerguen de orgullo cuando cuentan que consiguieron subir a uno de esos buques llenos de emigrantes, de golondrinas enjauladas que se adentran en los territorios de los titanes.
Por delante, hasta la tierra de la libertad y de las oportunidades, quedan aun miles de millas. Millas que muchos no recorrerán, millas que el barco come al mar en calma.

Puede que mañana sorprenda una tormenta, y después otra, y otra más…pero a ti no te importa…porque ningún pañuelo, ninguna lágrima, ninguna sonrisa te espera en ningún puerto; y el amanecer se clava en tu mirada, y la sal se pega a tu piel, y la soledad te muerde el corazón…porque ningún pañuelo, ninguna lágrima, ninguna sonrisa te espera en ningún puerto.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Flotar...y alejarse volando.

A todos los que alguna vez
soñaron con volar.


Te elevas. Notas que tus pies se despegan del duro suelo y comienzas a sentir una extraña sensación de ligereza en todas y cada una de las extremidades de tu cuerpo.

Te elevas cada vez más, como un globo o una nube. Sientes que no puedes controlar tus movimientos, y dirigirte hacia aquel lugar que ves desde lo alto, sólo puedes elevarte, cada vez más y más…te alejas poco a poco del mundo de ahí abajo.

Tus pulmones van inflándose, llenándose de aire puro y fresco, y tú sigues elevándote en medio de una sensación extraña: no tienes miedo, aunque sabes que la altura es cada vez mayor y que una caída ahora sería un fatal contratiempo.

Miras tus pies, flotantes y extrañamente pesados; pero tu mirada va rápidamente al suelo, que se aleja de ti de manera inexorable…te elevas cada vez más y más.

A lo lejos distingues los campos y ciudades del mundo, tranquilos los unos, bulliciosas las otras. Entonces crees reconocer por un instante los rostros de algunos seres queridos que se despiden de ti agitando sus manos…mientras tanto, sigues ascendiendo.

El aire es cada vez menos abundante, y más puro. Un leve escalofrío recorre tu espalda antes de que una curiosa sensación de felicidad te invada por completo.
Son la paz y la tranquilidad que pueblan las alturas, que recorren silenciosas los techos del mundo, que reinan sobre los confines de la tierra, donde la vida es ya imposible porque es demasiado sincera.

Tus labios dibujan una sonrisa en tu cara, y se erige como la antesala de una explosión de risas contenidas desde hace mucho tiempo… ¡Dios, piensas, qué sensación tan grande!
No puedes dejar de reír, y vas alejándote cada vez más del mundo. Sientes que tu alma se expande, y ves el mundo como una inmensa canica lejana que algún infante risueño hace girar como un trompo.

Te alejas cada vez más…cierras los ojos mientras la sonrisa crece en tu interior y se propaga a tu rostro…te alejas…con un último suspiro, dejas atrás un horrible mundo…y te alejas para siempre.

sábado, 17 de octubre de 2009

Un pasito más (II).

Cuando te convierten en una piedra, estás muerto.

Caminas arrastrando los pies porque el camino es largo y fatigante, los obstáculos que encuentras ponen a prueba tu alma, ponen a prueba tu ser más profundo.
Atraviesas descalzo los páramos helados que habitan criaturas despiadadas, que muerden tus talones a cada paso; cruzas desiertos ardientes bajo un sol de injusticia, y bebes en los oasis del olvido y la muerte.

Caes una vez y otra, y te levantas para seguir, para dar otro paso que arrancas a tus propias fuerzas…y caes de nuevo.

Esta vez intentas levantarte, pero alguien tira de ti con fuerza. Es una mano fría. Intentas levantarte, pero no lo consigues, y luchas sin descanso para soltarte del peso que te arrastra sin remedio a un final fatal…lo intentas, quieres salir, quieres levantarte, quieres reanudar tu triste camino, quieres terminar de una vez, pero no quieres terminar así.

Desde la tierra oyes una voz fría que te grita entre susurros que ya has llegado demasiado lejos, que ahora tienes que entregarte, que tu destino no es continuar el camino, sino obedecer continuamente la exigencias de una tierra descontenta…intentas ponerte en pie, lloras de impotencia cuando te sientes cada vez más arrastrado al fondo del abismo, quieres salir rezas, suplicas a Dios que te ayude pero Él no acude en tu ayuda, estás solo.

Antes de que el fango cubra por completo tu cabeza y se consuma el acto criminal, piensas en el mal que has hecho al mundo…y la misma voz te interrumpe “nada vales, ven conmigo a la tierra, ven conmigo al Infierno, trabaja para mí, esclavo del olvido”.

Haces un último esfuerzo, siempre pensaste que todo podía superarse. Consigues asomar el cuello y eso te alivia; sin embargo la fuerza que te arrastra es muy superior, y tu gloria se hunde con tu cabeza…ahora sólo puede ser pasto de los gusanos, criaturas rastreras que sólo viven para ellos una miserable vida.

Con tu último esfuerzo lanzas un grito de angustia, pero nadie acude, nadie te escucha. Te hundes. Es el final del trayecto.

Al menos, en tu desgracia hay una alegría: no habrá ni una sola lágrima por ti, porque nadie llora por una piedra…y es que cuando los demás te han convertido en piedra, estás muerto.

sábado, 3 de octubre de 2009

Un hombre no es nada sin su sombrero.

Un hombre no es nada sin su sombrero. Eso es algo que se aprende en la escuela, desde muy pequeño.

Una vez conocí a un señor que lo había perdido todo en unas apuestas: la casa, la mujer, los hijos, el coche, el empleo, la gabardina, los zapatos, la corbata, la camisa, el chaleco de pana y el de raso, los órganos, y hasta la razón; pero conservaba el alma y la dignidad porque aun llevaba su sombrero. Y la gente le gritaba en la calle “oye, vas desnudo y vives solo en una plaza”, pero él contestaba orgulloso “sí, mas aun poseo un sombrero bajo el que vivir” y se iba sonriente.

Otra vez supe de un señor que comió tanto que tuvo que ser ingresado de urgencia en un hospital y, cuando abrió los ojos y vio al doctor, le gritó desesperado que salvaran su sombrero.
Bueno, según dicen, aquel señor tan glotón fue enterrado esa misma tarde, pero consiguió en su postrer intento que su sombrero obtuviera una buena cantidad de dinero con la que pudo cubrir sus gastos hasta el día en que, de manera accidental, voló hasta un estanque donde, húmedo, fue maltratado hasta la muerte por unos patos algo bobos.

En otra ocasión, el noticiario matutino anunció que una señora se había divorciado de su pamela amarilla con una cinta azul y había perdido la custodia de los niños a favor de su sombrero. La noticia no tendría nada de extraño, dado que por todos son conocidos los divorcios entre personajes de cierta categoría y sus sombreros, de no ser porque, agobiada, la señora decidió poner fin a la vida de la pamela y después suicidarse…¡dejando solos a tres pobres angelitos!

Un día llegó a mis oídos la historia de unos caballeros que habían decido compartir el único sombrero que poseían. Esa misma noche, el despistado complemento confundió las personalidades de tan gentiles señores y, desde entonces, no han vuelto a ser los mismos, y van por el mundo como autómatas.

Otro día, al caer la tarde, yo presté mi sombrero a alguien cuyo nombre me es doloroso recordar. No le transmití mi suerte, no le transmití mi pensamiento, no le transmití las noches plagadas de sueños felices, ni siquiera le transmití mis más tenebrosas pesadillas; no, sólo le transmití mi capacidad para olvidar el dolor…y debí hacerle mucho daño sin querer, porque desde entonces no se acuerda de mí.

Y es que un hombre no es nada sin su sombrero. Eso es algo que se aprende en la escuela, desde muy pequeño.

jueves, 30 de julio de 2009

Él y ella.

¡Cuán efímero es el amor! Tanto como el corazón de los amantes, yacentes bajo la húmeda y fría tierra para toda una eternidad, sin importar lo que dure.
¡Cuán extraño puede ser el comportamiento de los amantes! Tan cambiante como una veleta, tan sin sentido unas veces y otras tan impresionante.

Cuando se conocieron no existían para ellos ni las miradas furtivas, cómplices, ni los gestos de cariño; no existían para ellos las caricias, que ahora son capaces de estremecer sus cuerpos, ni las constantes luchas contra el tiempo; no existía el auténtico dolor de saberse efímeros, ni la presencia casi imperturbable de los celos.

Se amaban tanto que a penas sí tenían tiempo el uno para el otro, y pasaban las horas muertas haciendo planes de futuro más que viviendo el presente. Ella lo amaba, él la amaba, todo era perfecto en su mundo de mil colores, fuera de ese otro mundo entre gris y pardo viejo casi sepia.

¡Todo era perfecto! Pero, como siempre, ha de sobrevenir la tragedia a la vida banal de los mortales, a la vida banal de los amantes. El momento trágico llegó con el alba, con un reloj que marca las siete de la mañana, con los primeros rayos de luz que se filtran por las ventanas de una habitación hasta entonces a oscuras.

El reloj, ese enemigo implacable que mide el tiempo que nos queda, marca la hora en la que los amantes van a despedirse para siempre. Después de eso, el amante se despierta. Al despertar observa que su amada no está con él, que ha partido a ningún sitio, que está en todos los sitios menos en aquel.

Todo ha sido un sueño, un magnífico sueño al que el reloj ha decidido poner fin. Cuando el joven se levanta, se viste, y sale a la calle con la misma pesadumbre que llevan los muertos, se detiene frente al escaparate de una panadería…la necesita, ella es el alimento de su corazón.

La ve al fondo del local y el tiempo se detiene por unos segundos. Ella paga y se va. Por el camino, ni una mirada furtiva, cómplice; ni un gesto de cariño; ni una caricia; ni una lucha contra el tiempo; ni un saberse efímeros…sólo la presencia imperturbable de los celos y la desesperación que mata el alma.

Él aprieta los puños. Ella no hace caso. Él se siente morir. Ella no hace caso. Él la ama sin que ella lo sepa. Ella no hace caso. Él se odia a sí mismo por dejarla escapar sin un mísero saludo. Ella no hace caso. Él suspira tan fuerte que el viento se detiene impresionado. Ella ya se ha ido sin hacer caso.

Un día se encontrarán de nuevo, él no la habrá olvidado, ella nunca sabrá que él existe…

sábado, 25 de julio de 2009

La naturaleza del Hombre.

A los que luchan
Y mueren combatiendo
Las catástrofes naturales.

Cuenta una leyenda que cuando los dioses ordenaron a Epimeteo otorgar los dones a los seres vivos, éste se olvidó de conceder alguno a la Humanidad.
Entonces, Prometeo robó el fuego y se lo dio a los hombres…Prometeo, el encadenado.

La Naturaleza os privó, primero, de la velocidad para huir de vuestros perseguidores; después, de las garras con las que defenderos y atacar; luego, de mandíbulas poderosas; más tarde, de fuerza bruta; y, por último, del pelaje que os protegía del frío…el frío nocturno y de los duros inviernos de la Antigüedad.
La Naturaleza os lo arrebató todo y produjo, para vosotros, enemigos varios que os dieran caza y os torturaran sin piedad.

¡Ay, especie de especies, reina de la Creación!...no necesitasteis más que mirar al cielo e imaginar las fuerzas superiores que lo regían todo; hicisteis a los seres más poderosos del universo a vuestra imagen y semejanza, y los utilizasteis para infundiros el valor para resistir sobre la faz de una Tierra que os negaba la vida, que os imponía la cruel muerte de las bestias inferiores y mundanas.
¡Ah, la Humanidad!...os pusisteis en pie, os alzasteis sobre vosotros mismos, y vuestros ojos se acostumbraron a ver más lejos que los de ningún otro ser del mundo.

Vosotros os hicisteis a vosotros mismos. Plantasteis cara a la Naturaleza y la mirasteis de frente, a los ojos, sin amedrentaros ni titubear un solo instante.
Disteis el paso hacia vuestra libertad. Aprendisteis a crear y a dominar el fuego, y sometisteis a las demás criaturas vivas; inventasteis la rueda y la mecánica; recorristeis el orbe de un extremo al otro y fuisteis los únicos capaces de contar su historia; alcanzasteis la excelencia con vuestros inventos, y modificasteis el mundo, y viajasteis fuera de vuestro propio planeta…el mismo que os ponía impedimentos para la vida.

¡Sois los amos de la Tierra!...no oigáis a quien os diga, altanero, que sois parte de ella, ¡no!
No sois de la Tierra, ella es vuestra. Habéis ganado el derecho a poseerla y cuidarla para vuestros hijos. Habéis ganado el derecho a modificarla y respetarla para vuestros hijos. Habéis ganado el derecho a hacer de los planetas vuestro mundo…¡sois los amos de la Tierra!

Ahora los fuegos os arrasan; las inundaciones ponen a prueba vuestro derecho; los volcanes escupen abrasador fuego de muerte; ciclones y tifones juegan con vuestro mundo y os deslegitiman. ¡Levantaos de nuevo! Demostrad otra vez al planeta que vuestra fuerza es incontestable, que domináis la energía y la materia, el tiempo y el espacio.

Sólo vosotros decidiréis el final de vuestra epopeya…seguid luchando y dominad la Creación.

sábado, 18 de julio de 2009

El último suspiro de los dioses.

A E. G. S.
por nuestra
eterna amistad.


Se hace el silencio en la sala. Entra un tipo trajeado y los guerreros del sonido, dueños del silencio, amos y señores de las artes, intérpretes de los dioses, toman asiento.
El expectante público aplaude para romper el hielo mientras los jinetes del pentagrama miran hacia la oscuridad del infinito, enjugan su sudor frío y se preparan para resucitar al más puro y noble Apolo.
El director mira, cómplice, a los músicos y estos responden asintiendo con la cabeza mientras agarran con fuerza sus instrumentos, que hacen las veces de armas con las que van a desterrar el mal del mundo.

El director sostiene en el aire la batuta, la bandera de los guerreros del sonido, dueños del silencio, amos y señores de las artes, intérpretes de los dioses. Comienza el concierto:

Los violines alzan lamentos en el rudo eco de los violoncelos; un bombo suena de fondo y su redoble crece y crece hasta que inunda la sala de un sentimiento bravo; el pianissimo de las trompas también da paso a un forte, para volver a caer, y el regio sonido de la Antigüedad vuelve a estremecer al orbe. Empiezan a sucederse los compases: silencios, blancas y negras se enzarzan en una pugna épica contra el tiempo que pasa. La música es el lamento de los dioses, el último suspiro al que se agarra un corazón roto, la última vía de acceso al Paraíso perdido.

Los oboes, los fagots y el arpa introducen un instante de calma y acallan a los instrumentos de percusión y de viento-metal. El pianissmo va decreciendo aun más y entre la amalgama de voces surge una trompeta que rasga el aire tenso de la sala, que vibra con fuerza hasta romper el impuesto silencio.

El público aguarda en tensión el momento final, todo está en silencio y sólo se escucha la trompeta que sigue gritando al viento que nadie puede derrotarla. El público se estremece cuando crece la intensidad del sonido…la trompeta se crece y se crece hasta que estalla en un imponente grito de fuerza que hace que el público se levante como impulsado hacia arriba por el indómito cantar; los aplausos bañan la sala y la euforia se apodera de los corazones…

El éxtasis de los dioses pueden vivirlo los mortales.

viernes, 10 de julio de 2009

Un pasito más.

A M. G. R.,
porque las circunstancias
pueden cambiarse
con un poco de esfuerzo.


Un pasito más. Ahora otro y a empezar otra vez. Son esos pasos, pequeños o grandes, los que te harán terminar esta carrera: la de la vida.
Atrás han quedado ya muchos corredores; otros te han adelantado, y de estos has visto a muchos pararse un poco más adelante; hay otros que aun no han empezado a moverse; y unos cuantos que avanzan veloces, sin desfallecer, pletóricos...es una carrera extraña porque, aunque no habrá más vencedora que la Muerte, algo te dice que lo realmente importante es llegar a la meta.

Un pasito más. Ahora otro y empezar otra vez. No es que quieras pararte, es que no tienes ganas de seguir; tus entumecidos miembros claman un descanso...pero has decidido negárselo porque no será hoy cuando alcances el final, y sacas fuerzas de donde no las hay.
Sigues andando, luego corres, más tarde retomas el paso. Alguien te ha saludado al pasar una curva: quiere que vayáis juntos, apoyándoos el uno en el otro; poco podéis imaginar ahora que ese alguien va a quedarse atrás en un recodo, en un lugar más o menos apartado del camino. Otros dos también te saludan: esos sí van a acompañarte hasta el final...aunque aun queda mucho camino por recorrer.

Un pasito más. Ahora otro y a empezar otra vez. Vienes de un lindo tramo que linda con uno horrible: en el primer trmo viste la luz del sol y sentiste la más absoluta de las alegrías; en el segundo, la oscuridad y el frío te deprimen hasta que sientes ganas de llorar; en el primero, los pájaros trinaban alegres y bebiste de hermosas fuentes de aguas puras y cristalinas; en el segundo, el agua envenada hizo volar lejos a todas las aves, y de esto hace ya mucho.
Un poco más adelante te espera un tramos horrible que linda con uno lindo; el segundo se atisba bastante más largo...en cualquier caso, te acompaña alguien.

Un pasito más. Ahora otro y a empezar otra vez. ¿Cuánto ha de durar el camino?¿Hasta cuándo clamarán tus piernas por un merecido descanso?¿Cuándo y cómo será el día en que la Muerte resulte ganadora?¿Hasta dónde te sentirás acompañado?...son las preguntas que asaltan tu mente y, a veces, la saturan; pero nada de eso importa realmente, porque el camino hay que recorrerlo y aun te queda mucho; porque ahora vas a atravesar un lindo tramo y quieres exprimir al máximo las sensaciones; porque más adelante hay un tramo horrible, sí, justo al pasar aquella curva, y no quieres plantearte nada, sólo salir de él.

Sólo déjame pedirte una cosa: acuérdate de mí, me quedé atrás, justo antes de llegar Un pasito más. Ahora otro y a empezar otra vez...

lunes, 29 de junio de 2009

El ángel de la sonrisa.

El aroma de claveles y geranios te envuelve en el frescor de la noche de verano que ahora contemplas desde la pequeña plazoleta que da al valle. El silencio es absoluto. Sólo la eterna soledad hace compañía a las estrellas que te sonríen, cómplices, desde el oscuro cielo. El pequeño riachuelo del valle, corriendo incansable hasta el un final sabido de antemano, refresca el ambiente para que los mismísimos ángeles bajen a descansar.

Tu corazón comienza a latir con más fuerza, el aroma de los claveles te impregna la lengua y te hace vibrar. Hay algo extraño en la noche, algo diferente, algo que te hace flotar e hincha tu alma hasta que duele.

Miras a tu alrededor, buscando una señal que no aparece. Estás inquieto porque tienes la certeza de que algo maravilloso ocurrirá esta noche. A tu izquierda y a tu derecha, las pequeñas casitas blancas se elevan suavemente con aire tranquilo...¿qué está ocurriendo esa noche?

Al fin alzas la mirada y, apoyada en el alféizar de la pequeña ventana, la más cercana a la Luna, se encuentra la criatura más hermosa que has visto en tu vida: la mirada, perdida, se dirige al vacío, como inquiriendo algo al infinito; sus ojos negros y sus sonrisa perfecta te hielan la sangre, te elevan y te dejan caer de nuevo; el cuello largo desciende hasta sus hombros, cubiertos parcialmente por unos cabellos de azabache; su piel compite con la Señora de Plata, y los ángeles suspiran a sus pies.

Ella misma se asemeja a un ángel, al más puro y elegante de todos. Sí, definitivamente es un ser celestial, de los que elevan los cánticos para que la Humanidad perviva.
La miras, sin querer apartar la mirada de su sonrisa. Tu alma se ensancha y se encoge a la velocidad de la luz, el amor no tiene piedad de nadie...¡Oh, pobre mortal!
Quieres acercarte, llamar su atención. Esperas unos segundos para ver si se fija en ti...nada...¿Por qué no mira?
Quieres abrazarla, besarla, adorarla hasta que el tiempo consuma tus huesos; incluso entonces, todo habrá merecdo la pena.


Finalmente decides levantarte. Los dulces aromas siguen envolviéndote, haciendo más duro lo que viene a continuación.
Cuando te has levantado, das el primer paso de vuelta a la fría casa donde te espera la soledad más amarga, donde los minutos son pequeñas eternidades que te devoran como a Prometeo.
Das unos pasos mirándola todavía, después te vuelves con una lágrima corriendo por tu mejilla como el riachuelo del valle...ella es tu ángel, el mismo al que nunca conocerás.

domingo, 28 de junio de 2009

El odio bate el tiempo y el espacio.

A R. R.,
por su apoyo
y su buen gusto.


El odio bate el tiempo y el espacio. Con rabia aprietas los dientes y aprietas los puños hasta que la negra sangre empieza a correr como un riachuelo hasta el mar, cayendo gota a gota sobre el suelo que desaparece ahora bajo tus pies.

Es mejor cerrar los ojos, piensas, y tus párpados se cierran con fuerza hasta que incluso los ojos te sangran. Esperas un poco porque no quieres abrirlos; porque sabes, en el fondo, que si lo haces, todo va a estallar...porque el odio bate el tiempo y el espacio.

Finalmente decides separar los párpados, con miedo a que todo se derrumbe, con miedo a que la muerte sea lo mejor que pueda ocurrir en ese preciso instante que dura ya una eternidad. ¿Cuánto más puede aguantar el que siente derumbarse su alma desde sus cimientos?¿Acaso no desea uno vivir tranquilo, con dignidad?¿Quién merece una carcajada resbalando por su cara?...hoy el odio bate el tiempo y el espacio.

Tienes ganas de saltar, de apartar los peleles que te miran sonrientes frente a ti, de romper todo cuanto se interponga entre tú y el merecido descanso de una soledad que parece evitarte, que parece no llegar.


Cuando has abierto los ojos por completo; cuando tus uñas reaparecen manchadas de sangre; cuando tu corazón deja de latir tan fuerte que pareciera que quiere saltar más alto que tú, y tu cerebro deja de imaginar los rojos ríos que a punto estuvieron de recorrer la sala; entonces, das media vuelta y, recogiendo tu sombrero, te retiras sin decir una palabra...ya se dijo todo, ya se han salido con la suya, ya puedes morir tranquilo; ellos no, aun deben sentirse desgraciados el resto de su vida, sentir vergüenza de ellos mismos, romper sus vidas contra las rocas para nada, caer al Infierno y batir odiosamente el tiempo y el espacio.