lunes, 29 de junio de 2009

El ángel de la sonrisa.

El aroma de claveles y geranios te envuelve en el frescor de la noche de verano que ahora contemplas desde la pequeña plazoleta que da al valle. El silencio es absoluto. Sólo la eterna soledad hace compañía a las estrellas que te sonríen, cómplices, desde el oscuro cielo. El pequeño riachuelo del valle, corriendo incansable hasta el un final sabido de antemano, refresca el ambiente para que los mismísimos ángeles bajen a descansar.

Tu corazón comienza a latir con más fuerza, el aroma de los claveles te impregna la lengua y te hace vibrar. Hay algo extraño en la noche, algo diferente, algo que te hace flotar e hincha tu alma hasta que duele.

Miras a tu alrededor, buscando una señal que no aparece. Estás inquieto porque tienes la certeza de que algo maravilloso ocurrirá esta noche. A tu izquierda y a tu derecha, las pequeñas casitas blancas se elevan suavemente con aire tranquilo...¿qué está ocurriendo esa noche?

Al fin alzas la mirada y, apoyada en el alféizar de la pequeña ventana, la más cercana a la Luna, se encuentra la criatura más hermosa que has visto en tu vida: la mirada, perdida, se dirige al vacío, como inquiriendo algo al infinito; sus ojos negros y sus sonrisa perfecta te hielan la sangre, te elevan y te dejan caer de nuevo; el cuello largo desciende hasta sus hombros, cubiertos parcialmente por unos cabellos de azabache; su piel compite con la Señora de Plata, y los ángeles suspiran a sus pies.

Ella misma se asemeja a un ángel, al más puro y elegante de todos. Sí, definitivamente es un ser celestial, de los que elevan los cánticos para que la Humanidad perviva.
La miras, sin querer apartar la mirada de su sonrisa. Tu alma se ensancha y se encoge a la velocidad de la luz, el amor no tiene piedad de nadie...¡Oh, pobre mortal!
Quieres acercarte, llamar su atención. Esperas unos segundos para ver si se fija en ti...nada...¿Por qué no mira?
Quieres abrazarla, besarla, adorarla hasta que el tiempo consuma tus huesos; incluso entonces, todo habrá merecdo la pena.


Finalmente decides levantarte. Los dulces aromas siguen envolviéndote, haciendo más duro lo que viene a continuación.
Cuando te has levantado, das el primer paso de vuelta a la fría casa donde te espera la soledad más amarga, donde los minutos son pequeñas eternidades que te devoran como a Prometeo.
Das unos pasos mirándola todavía, después te vuelves con una lágrima corriendo por tu mejilla como el riachuelo del valle...ella es tu ángel, el mismo al que nunca conocerás.

1 comentario:

  1. Fran me encantaaaaa!!!! Puf,no sabia que podias llegar a ser tan sentimental...Me encanta como escribes,aquí tienes a una gran fan tuya..eh!
    Algún día te pediré qe me escribas algo en tu libro!jejeje...
    Espero que te acuerdes de mí...jeje.
    Muaksssss

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