A E. G. S.
por nuestra
eterna amistad.
Se hace el silencio en la sala. Entra un tipo trajeado y los guerreros del sonido, dueños del silencio, amos y señores de las artes, intérpretes de los dioses, toman asiento.
El expectante público aplaude para romper el hielo mientras los jinetes del pentagrama miran hacia la oscuridad del infinito, enjugan su sudor frío y se preparan para resucitar al más puro y noble Apolo.
El director mira, cómplice, a los músicos y estos responden asintiendo con la cabeza mientras agarran con fuerza sus instrumentos, que hacen las veces de armas con las que van a desterrar el mal del mundo.
El director sostiene en el aire la batuta, la bandera de los guerreros del sonido, dueños del silencio, amos y señores de las artes, intérpretes de los dioses. Comienza el concierto:
Los violines alzan lamentos en el rudo eco de los violoncelos; un bombo suena de fondo y su redoble crece y crece hasta que inunda la sala de un sentimiento bravo; el pianissimo de las trompas también da paso a un forte, para volver a caer, y el regio sonido de la Antigüedad vuelve a estremecer al orbe. Empiezan a sucederse los compases: silencios, blancas y negras se enzarzan en una pugna épica contra el tiempo que pasa. La música es el lamento de los dioses, el último suspiro al que se agarra un corazón roto, la última vía de acceso al Paraíso perdido.
Los oboes, los fagots y el arpa introducen un instante de calma y acallan a los instrumentos de percusión y de viento-metal. El pianissmo va decreciendo aun más y entre la amalgama de voces surge una trompeta que rasga el aire tenso de la sala, que vibra con fuerza hasta romper el impuesto silencio.
El público aguarda en tensión el momento final, todo está en silencio y sólo se escucha la trompeta que sigue gritando al viento que nadie puede derrotarla. El público se estremece cuando crece la intensidad del sonido…la trompeta se crece y se crece hasta que estalla en un imponente grito de fuerza que hace que el público se levante como impulsado hacia arriba por el indómito cantar; los aplausos bañan la sala y la euforia se apodera de los corazones…
El éxtasis de los dioses pueden vivirlo los mortales.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Fran,soy E.G.S. :
ResponderEliminarEs lo más bonito que he leído en los 19 años que tengo,sabés que para mí,mi instrumento,es quizás lo más valioso que tengo,junto a mi familia.
Y si te digo la verdad,hasta hace 4 días no me habia dado cuenta,que también lo son mis amigos,amigos como TÚ.
He estado muy cerquita de no poder escribirte más ni aquí ni en ningún lado,pero quizás han sido los Dioses,que han dejado su último suspiro,para devolverme la vida.
Gracias Fran,una y otra vez,por como me has tratado este tiempo,porque te puedo asegurar que por muchas vueltas que de la vida,y por mucho que haya un Último suspiro,nuestra amistad se mantendrá encendida.
Me has dejado,una vez más,sin palabras,...por mucho que escriba y por mucho que te diga cosas,se quedará pequeño,para definir lo que siento,cuando leo esto.
¿Y sábes que és lo que más me alegra? Que tú también perteneces a esa orqueta,...
Aparecen TROMPAS,¿no? jajaja.
Mil gracias por este detalle,y por estar a mi lado,cuando más te he necesitado.
Ya sábes que aquí me tendrás "ETERNAMENTE"
Un beso muy grande.
Gracias a ti, Estefanía, por tu amistad y por tus ánimos.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste el texto, y espero que podamos seguir disfrutándolo muchos años.
¡Cuidate!